Ben-Hur by Lewis Wallace

Ben-Hur by Lewis Wallace

autor:Lewis Wallace [Wallace, Lewis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1880-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo XVII

El reino, ¿espiritual o político?

n poco más allá del aduar había un bosquecillo de palmeras que proyectaba su sombra mitad sobre el agua, mitad sobre la tierra. Desde sus ramas un ruiseñor dejaba oír un canto que era como una invitación. Ben-Hur se paró debajo a escuchar. En cualquier otra ocasión las notas del pájaro le habrían distraído de sus pensamientos; pero el joven llevaba sobre sí, como un fardo singular, el peso de las incógnitas de la historia narrada por el egipcio, y, al igual que sucede a otros obreros, ni la más dulce música sería música para él hasta que el descanso no hubiese armonizado felizmente su cuerpo y su alma.

Era una noche tranquila. Ni la más leve ondulación del agua llegaba a la orilla. Habían salido todas las viejas estrellas del viejo Oriente, cada una en su sitio acostumbrado, y el verano imperaba en todas partes: en la tierra, en el lago, en el firmamento. Ben-Hur tenía la imaginación caldeada, excitadas las emociones y la voluntad irresoluta.

Las palmeras, el cielo, el aire, se le antojaba que no eran de allí, sino de la lejana región meridional a la que se había visto empujado Baltasar desesperando de los hombres. El lago, con su inmóvil superficie, le hacía pensar en la madre del Nilo, a cuya orilla estaba rezando el santo varón cuando se le apareció, resplandeciente, el Espíritu. ¿Habían llegado hasta Ben-Hur todas aquellas circunstancias del milagro? ¿O había, sido llevado hacia ellas? ¿Y si el milagro se repitiese? ¿Y si se repitiese para él? Temía y deseaba a la vez, y esperaba incluso, que se reprodujese aquella visión. Cuando finalmente su ánimo febril se apaciguó y pudo volver a ser dueño de sí mismo, estuvo en condiciones de pensar.

Hemos explicado ya cuál era su plan de vida. Pero, hasta este momento, siempre que lo había meditado había quedado un vacío que nunca fue capaz de salvar o rellenar; un vacío tan grande que no podía divisar sino vagamente la orilla opuesta. Cuando al final fuese tan apto para capitán como para soldado, ¿hacia qué objetivo debería dirigir sus esfuerzos? Pensaba, por supuesto, en la posibilidad de una revolución; pero el proceso de u revolución ha sido siempre el mismo, y para excitar a los hombres a lanzarse a ella siempre se ha precisado, en primer lugar, de una bandera o un pretexto para captar adeptos, y, en segundo lugar, de un fin que conseguir, de alguna conquista práctica y tangible que obtener. Por lo general, lucha con denuedo todo aquel que tiene agravios que reparar; pero combate todavía mucho mejor el que, espoleado por los agravios, tiene ante sí la perspectiva clara y firme de una gloriosa recompensa, de una recompensa en la que distingue bálsamo para las heridas, premios para el valor, y el recuerdo y el agradecimiento si en la lucha halla la muerte.

Para determinar el poder de atracción lo mismo de la bandera que del objetivo, era preciso que Ben-Hur estudiase los adeptos que quería buscar cuando todo estuviera dispuesto para la acción.



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